«Queremos viajar a Singapur para hablar con Peter Lim». Hace un año, Dani Parejo le hizo esta petición al presidente del Valencia, Anil Murthy. Junto al resto capitanes, querían explicarle al propietario la importancia de evitar que Mateu Alemany saliera del club, porque se temían que Marcelino le siguiera. La petición no fue atendida. Se convirtió en el germen de un expediente que se ha ido armando contra el futbolista y que le condena ahora al destierro.
Los propietarios le colocaron en el mercado a precio de ganga y le van a entregar la carta de libertad para que firme con el Villarreal. La razón oficial es su insostenible sueldo en un Valencia low cost, pero en el fondo subyace el poder del capitán, que erosiona a los dueños.
Parejo fue, junto a Garay, el jugador que más alzó la voz contra el despido de Marcelino. Con el asturiano en el banquillo había vivido sus mejores dos temporadas de las nueve que ha estado en el club; dos años felices que culminaron recogiendo la Copa en Sevilla de manos del Rey. Hasta las puertas de la selección se le abrieron el año que fue un imprescindible: jugó 56 de los 61 partidos oficiales. Y en su mejor momento, perdió al valedor.